lunes, 14 de septiembre de 2015

El Poder de la Palabra 3

La Palabra tiene poder para derrotar a tus enemigos 




Les ruego que cuando vaya no tenga que ser tan atrevido como me he propuesto ser con algunos que opinan que vivimos según criterios meramente humanos, pues aunque vivimos en el mundo, no libramos batallas como lo hace el mundo. Las armas con que luchamos no son del mundo, sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas. Destruimos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo.
2 de Corintios 10:4-5

En el mundo, por su mera naturaleza, vamos a tener enemigos. Aquel que se prepara para ganar una batalla pasa mucho de su tiempo aprendiendo las estrategias de su enemigo, para mejor estructurar su plan de ataque. 

Tu y yo también podemos aprender a identificar a nuestro enemigo - Cómo identificamos a nuestros enemigos? Según el pasaje que leímos arriba son aquellas cosas que 

    1. Levantan fortalezas en nuestra vida - Aquello que te priva de tu libertad y de tu paz. 
    1. Lo que interrumpe el conocimiento de Dios y la verdad - Las mentiras que te crees de ti mismo, de otras personas y de tus circunstancias. 
    1. Todo lo que lleva a nuestro pensamiento a separarse de Jesús    

Y qué debemos hacer?



Sigamos el ejemplo que nos da el Rey David - Les escribo el pasaje completo porque me encanta y te invito a disfrutarlo usando tu imaginación para insertarte en la escena. 

1 Samuel 17

David preguntó a los que estaban con él:

—¿Qué dicen que le darán a quien mate a ese filisteo y salve así el honor de Israel?

¿Quién se cree este filisteo pagano, que se atreve a desafiar al ejército del Dios viviente? 
—Al que lo mate —repitieron— se le dará la recompensa anunciada.
Eliab, el hermano mayor de David, lo oyó hablar con los hombres y se puso furioso con él. 

 Le reclamó:
—¿Qué has venido a hacer aquí? ¿Con quién has dejado esas pocas ovejas en el desierto? Yo te conozco. Eres un atrevido y mal intencionado. ¡Seguro que has venido para ver la batalla!
—¿Y ahora qué hice? —protestó David—. ¡Si apenas he abierto la boca! 
Apartándose de su hermano, les preguntó a otros, quienes le dijeron lo mismo. 

Algunos que oyeron lo que había dicho David, se lo contaron a Saúl, y éste mandó a llamarlo. 
 Entonces David le dijo a Saúl:

—¡Nadie tiene por qué desanimarse a causa de este filisteo! Yo mismo iré a pelear contra él. 
—¡Cómo vas a pelear tú solo contra este filisteo! —replicó Saúl—. No eres más que un muchacho, mientras que él ha sido un guerrero toda la vida.
David le respondió:

—A mí me toca cuidar el rebaño de mi padre. Cuando un león o un oso viene y se lleva una oveja del rebaño, yo lo persigo y lo golpeo hasta que suelta la presa. Y si el animal me ataca, lo sigo golpeando hasta matarlo. Si este siervo de Su Majestad ha matado leones y osos, lo mismo puede hacer con ese filisteo pagano, porque está desafiando al ejército del Dios viviente.  El Señor, que me libró de las garras del león y del oso, también me librará del poder de ese filisteo.
—Anda, pues —dijo Saúl—, y que el Señor te acompañe. 

Luego Saúl vistió a David con su uniforme de campaña. Le entregó también un casco de bronce y le puso una coraza.  David se ciñó la espada sobre la armadura e intentó caminar, pero no pudo porque no estaba acostumbrado.
—No puedo andar con todo esto —le dijo a Saúl; — no estoy entrenado para ello.


De modo que se quitó todo aquello, tomó su bastón, fue al río a escoger cinco piedras lisas, y las metió en su bolsa de pastor. Luego, honda en mano, se acercó al filisteo. Éste, por su parte, también avanzaba hacia David detrás de su escudero. 

Le echó una mirada a David y, al darse cuenta de que era apenas un muchacho, trigueño y buen mozo, con desprecio le dijo:
—¿Soy acaso un perro para que vengas a atacarme con palos?
Y maldiciendo a David en nombre de sus dioses, añadió:
—¡Ven acá, que les voy a echar tu carne a las aves del cielo y a las fieras del campo!
David le contestó:
—Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo a ti en el nombre del Señor Todopoderoso, el Dios de los ejércitos de Israel, a los que has desafiado. Hoy mismo el Señor te entregará en mis manos; y yo te mataré y te cortaré la cabeza. Hoy mismo echaré los cadáveres del ejército filisteo a las aves del cielo y a las fieras del campo, y todo el mundo sabrá que hay un Dios en Israel. Todos los que están aquí reconocerán que el Señor salva sin necesidad de espada ni de lanza. La batalla es del Señor, y él los entregará a ustedes en nuestras manos.

En cuanto el filisteo avanzó para acercarse a David y enfrentarse con él, también éste corrió rápidamente hacia la línea de batalla para hacerle frente. Metiendo la mano en su bolsa sacó una piedra, y con la honda se la lanzó al filisteo, hiriéndolo en la frente. Con la piedra incrustada entre ceja y ceja, el filisteo cayó de bruces al suelo.  Así fue como David triunfó sobre el filisteo: lo hirió de muerte con una honda y una piedra, y sin empuñar la espada. Luego corrió adonde estaba el filisteo, le quitó la espada y, desenvainándola, lo remató con ella y le cortó la cabeza.

Cómo libramos nuestras batallas en contra de estos enemigos?

    1. Identifico al enemigo  - Mentira: Nadie me acepta, soy rechazada por todos - No quiero ir a la reunión, mejor me quedo en mi casa. 
    2. Resisto los obstáculos - En mi mente comienzan a levantarse obstáculos que me quieren convencer de no ir a la reunión: No me saludan cuando llego, todos me voltean a ver feo, No tengo nada bueno que aportar, etc. 
    3. Reconozco la verdad - Jesús me acepta y me ama y me ha hecho apta para vivir aceptada. 
    4. Soy valiente - Voy a la reunión porque Él me acompaña. 
    5. No uso las armas inadecuadas - Puedo caer en tratar de protegerme usando herramientas que me han servido en el pasado: Aislarme, portarme chocante, indiferente, hacer comentarios inadecuados con tal de caer bien, etc. 
    6. No me dejo distraer por insultos- Cuando otros se portan de manera incorrecta, no me freno. Reconozco quién está conmigo y a quién sirvo. 
    7. Declaro en voz alta la verdad - "Soy aceptada, Jesús vive en mi y me acompaña a todos lados, Jesús me da las palabras que debo hablar y me da la gracia y el favor para ser aceptada por oros" 
    8. Actúo en la verdad - Vivo la verdad en esa reunión y veo a mi enemigo caer 
Para poder pelear contra mi enemigo de esta manera necesito conocer bien al Dios que sirvo. Debo reconocer y traer a la memoria todas las veces que ya me ha ayudado en alguna otra batalla. Debo aprender sobre todas las batallas de las que ha librado a otra gente, especialmente los ejemplos bíblicos como el que leímos arriba. Esto nos da las herramientas para poder hablar como David: " Si a David lo libró del gigante, a mi también me librará y todos sabrán que hay un Dios en mi vida." 

Debemos poder reconocer que armas vamos a usar: Así como David sabía que la armadura no era lo que necesitaba para esa batalla y fue en busca de las cinco piedras y su honda. Nosotros también tenemos opciones - A veces necesitamos resistir, a veces huir, a veces caminar, a veces sentarnos, a veces buscar el apoyo de otros, etc. La conexión con el Espíritu Santo y el conocimiento de la Palabra de Dios, nos muestran el camino a seguir para cada circunstancia. 

Declarar la verdad en voz alta nuevamente juega un papel importantísimo en el proceso. Desde que comenzó el relato podemos ver a David, declarando, declarando, y declarando la verdad. Nunca se desvió de lo que ya sabía Él en su corazón que era verdad. "Sirvo a un Dios todopoderoso, Dios de los ejércitos, que ya me ha librado antes y que otra vez lo hará!"

Avanzar en fe creyendo que Jesús ya lo ha ganado todo, que avanzo desde una plataforma de victoria y que el siempre está conmigo. No me detengo, no importa que tan gigantes están los obstáculos, las oposiciones o los insultos. Se quién va delante de mi.


Veo con certeza mi victoria!  




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