Me encantan las palabras. Desde pequeña me fascina
leer, hacer crucigramas, jugar Scrabble®, Boggle® , Basta y Words With Friends es uno de mis pasatiempos favoritos. Me encanta buscar los significados de palabras que no sé y saber las
raíces griegas o hebreas de palabras en la Biblia para entender con profundidad
sus significados. En fin, cualquier cosa que tenga que ver con palabras forma
parte importante de mi vida.
Creo firmemente en el poder de las palabras, y la
responsabilidad que incurrimos cuando las hablamos o las escribimos. Las
palabras crean impresiones, imágenes y expectativas. Las palabras construyen conexiones
psicológicas en nuestra alma e influencian nuestra manera de pensar.
Esta semana estaba estudiando sobre la inteligencia
emocional para un curso que tengo que dar. Leí sobre cómo lo que creemos está
directamente relacionado con las emociones que tenemos y que lo que creemos
nace de un dialogo interno que todos tenemos con nosotros mismos basado en
nuestras experiencias del pasado y en los estímulos internos y externos que
recibimos. Lo que más me llamó la atención fue este aspecto del dialogo interno
y me comencé a poner atención a mi misma.
Descubrí que mi dialogo interno es intenso y
continuo. Todo el día me estoy hablando a mi misma. Me pregunto cosas, me
doy explicaciones, me convenzo de cosas,
me doy advertencias, etc.… Esta realización me puso a pensar que en verdad las
palabras que me digo son verdaderamente ponderosas. La cosa es esta, Qué es lo
que me quiero estar diciendo? Si estas palabras son las que me mueven o me
detienen, Qué es lo que necesito estar escuchando?
Concluí que lo qué más necesito es escuchar lo que
Dios dice de mi, de la vida y de su propósito. Cuando yo me hablo de estas
cosas, soy capaz de tomar mejores decisiones, soy capaz de detenerme de hacer
algo que me va a hacer daño o que va a dañar a alguien más, soy capaz de dejar
a un lado lo qué yo quiero por servir a otro, soy capaz de identificar con
mayor facilidad la necesidad de los demás y puedo vivir una vida más
satisfactoria y feliz.
Escuché a Joyce Meyer decir este pasado fin de
semana que cuando le creo a Dios lo qué El dice de mí, puedo vivir en mayor
victoria; puedo vivir libre y gozosa.
Las Palabras de Dios son las más ponderosas de
TODAS. Qué lindo es conocerlas, creerlas y vivirlas. Aprende a hablarte a ti
misma de ellas. Recuerda que Su palabra es la que mejor sirve para corregirnos,
enseñarnos, instruirnos y capacitarnos para vivir nuestra vida con éxito.
Comienza esta semana y luego me platicas cómo te va!
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