domingo, 6 de enero de 2013

León Abel

El día de hoy, hace 25 años Dios me dio el regalo más grande que jamás he recibido. El privilegio de ser mamá. 

Nunca voy a olvidar el momento en que mi papá puso a ese enorme bebé en mis brazos. Pensábamos que iba a ser niña, por lo que fue en el momento que nos lo entregaron que mi esposo declaró que se llamaría León Abel en honor a sus abuelos. 

Dios me lo prestó por 6 semanas, tengo que ser honesta y decir que fueron las seis semanas más cansadas de mi vida hasta ese momento, pero las más asombrosas y maravillosas que había vivido. Era un bebé robusto, demandante de atención, siempre tenía hambre y le encantaba estar con su papá. En seis semanas aprendí cosas que marcarían la pauta de como iba a dirigir el resto de mi vida. 

Recuerdo perfectamente bien las semanas que siguieron a su partida al cielo. Fue un tiempo en el que hubo caos emocional en nuestro nuevo hogar. Una pareja prácticamente recién casada, aprendiendo a conocerse y a vivir juntos ahora teniendo que enfrentarse con las emociones que reinaban en el momento. Hubo un sin número de lágrimas que parecían no tener fin. 

El día en que le enterramos, estaba sentada sobre el cesped, con la pequeña cajita a un lado de mi regazo, recostando la cabeza en las piernas de mi abuelita de 92 años que me acariciaba el pelo y no dejaba de decir... "Por qué no me llevaste a mi Señor, yo ya estoy lista, este es un bebé..." una y otra vez. Cómo lloró. 




Sin el apoyo de mi papi, que se encargó de todos los detalles, no se que hubiéramos hecho. Cuando desperté al día siguiente, exhausta, todo el cuarto había sido desmantelado y las cosas guardadas cuidadosamente. Qué alivio. Pero unas semanas después, en un closet me encontré una caja y dentro había varios cambios de ropita y una nota que mi papito, que nunca deja de sorprenderme, me había dejado que decía: "Te guardé esto aquí porque se que un día lo vas a necesitar." 

En fin, las experiencias fueron demasiadas y el tiempo de recuperación largo y tendido. Pero ahora que he pasado muchas horas meditando sobre esto, tengo presentes muchas enseñanzas. Enseñanzas, que algunas de ellas a penas estoy reconociendo como consecuencia de esta experiencia... ya que en el momento del dolor, no sabes ni que te está golpeando. 

Primero, inmediatamente me di cuenta que las mamás nuevas que me rodeaban, naturalmente se volvieron madres sobre protectoras de sus bebés y vi como algunas tomaban decisiones basadas en el temor. Algo muy fuerte en mi comenzó a clamar a Dios en oración.. "Señor, no permitas que los demás hijos que me des sean víctimas de la muerte de su hermano." 



Durante todo el embarazo de Rita Mar, esa fue mi oración... Dios, es un Dios fiel... Rita Mar fue una bebé libre de la sombra de su hermano. Dios me regaló una niña sumamente independiente, activa e inteligente que no facilmente se hubiera dejado sobreproteger. Esto fue oracion contestada. No recuerdo haber perdido el sueño ni una sola noche en vigilia para ver si seguía respirando. Esta oración me llevó a decidir conocer profundamente a cada uno de mis hijos y darles la libertad de expresar, cultivar y moldear sus temperamentos, dones y estilos. Me hizo una madre observadora de sus peculiaridades y decidida a apoyarles para que cada uno se desarrollara en lo suyo. 



Tener un hijo en el cielo, también creo en mi una añoranza de conocer más profundamente a aquel que estaba teniendo el gran privilegio de criar a mi bebé - Jesús. Qué mejor padre que ese! En medio de las lagrimas comenzó a crecer en mi un profundo deseo de acercarme más a El, de entender mejor de que se trataba todo esto. Su consuelo comenzó a sembrar en mi el corazón que 20 años después necesitaba para entender rápidamente el evangelio de Su Gracia, sin cuestionar, ni ver hacia atrás. Solamente disfrutar y creer.



La pérdida de León Abel desarrolló en mi un corazón sensible, que realmente no había tenido anteriormente. El dolor de la gente me movía poco y no lo entendía muy bien, ya que mi niñez había sido bastante protegida del dolor - mi tendencia era arrogante e impaciente al enfrentarme con la gente que sufría. Cada lagrima derramada ablandaba mi corazón un poco más y pude entender que no estaba sola en mi dolor. 

Dios me ha permitido vivir tres experiencias en donde personas se han acercado a mi para platicarme de su visita al cielo en donde les ha tocado ver a mi hijo. Eso ha consolado tremendamente mi corazón y le agradezco a Dios, que aunque yo nunca lo he visto personalmente, me manda el regalo a través de otras personas y se que mi hijo está bien. 



Cuando comenzamos a recibir información sobre la muerte de cuna, lo primero que nos llamó la atención fue la estadística que nos comunicaba que el 80% de las parejas que pierden un bebé, se divorcian. Recuerdo que en el momento que leímos eso resolvimos en nuestro corazón no ser de ese 80%. Puedo decir que pasamos la prueba juntos, tomados de la mano y aferrados el uno al otro. Hubo días muy difíciles, en los que hicimos cosas dolorosas y reaccionamos de la manera equivocada, pero Jesús fue fiel en enseñarnos a perdonar y a restaurar. Acabamos de cumplir 26 años de casados y gracias a Dios seguros de seguir juntos hasta que la muerte nos separe. 


Recuerdo que en las primeras semanas nos comenzó a llegar mucha publicidad sobre grupos de apoyo a familias que habían perdido bebés a muerte de cuna. Yo me moría por asistir a uno, pero mi esposo se rehusaba.. recuerdo un día que estaba enojada porque León no quería ir a buscar la ayuda que yo pensaba que necesitaba. Revisaba los folletos reclamándole a Dios por la insensibilidad de mi marido. Fue una de las pocas veces que puedo decir que casi escuché al Espíritu Santo en voz audible que me dijo: "No vas a ir a ese lugar. Tu esposo sigue mis instrucciones, sin saberlo. Eres muy apasionada, te conozco bien, si comienzas a ir, lo vas a hacer tu causa de vida y hoy te digo que la muerte de tu hijo no va a marcar el cause de tu vida, tengo otros planes para ti. Yo voy a ser tu consuelo. Aférrate a mi, no busques más por otros lados." Y así fue como el Señor comenzó a prepararme para lo que ahora puedo hacer para El. Solamente una vez en 25 años me ha tocado ministrar a una mujer que perdió a su bebé por muerte de cuna. 

Hay muchas más, pero tendría que escribir un libro y no una entrada de blog para compartirlas todas. 

Con todo esto te quiero decir que en primer lugar, me estoy desahogando en un día emocionalmente pesado para mi, pero segundo, que a pesar de las lagrimas que todavía libremente corren por mis mejillas muy seguido, te animo a que sepas que la tragedia se torna en bendición cuando la dejamos a los pies de Jesús. Cuando le permitimos a El el control de nuestro dolor, las circunstancias de nuestra vida natural no alteran los planes que el tiene para nosotros, no disminuyen su amor ni su compasión  por nosotros. 

Yo se que Jesús lloró conmigo y cuando lo necesito, lo sigue haciendo. El dolor y la tragedia en las manos de Jesús son como un tesorito guardado. 

Amiga, Dios te conoce, su intensión nunca es que tu tragedia se vuelva tu vida, el tiene otros planes para ti, planes de bien y no de mal, para darte el fin que esperas. De lo más profundo de mi corazón, espero que estas sencillas palabras te ayuden a llevar tu dolor, tu tragedia, tu carga, tus circunstancias a los pies de Jesús, déjalos allí, súbete a su regazo y deja que te consuele y luego pregúntale... Qué sigue Jesús?.... Qué más hay para mi?... Creo que te vas a quedar maravillada con la respuesta. 




En 25 años Dios me ha redoblado el privilegio de ser madre; me ha dado 7 hijos. Ahora tengo dos yernos que amo como si fueran míos. A parte, tengo otras dos princesitas que son hijas de mi corazón y muchos más jovencitos que en su tiempo han necesitado el cuidado de mamá y han pasado por mi casa. Además, soy maestra y directora, por mis manos han pasado 5000 alumnos, algunos muy necesitados del abrazo de una mamá, ha sido mi privilegio podérselos dar. Y no se diga la increíble bendición que ha sido ser la Ima de Roxanna, mi nieta.




Todos los días extraño a mi bebé y añoro el día en que lo pueda tener de nuevo en mis brazos. Mi consuelo es que mientras ese día llega, estoy ocupada en los asuntos de mi Padre y sus planes para mi vida han sido excepcionales. Soy una mujer bendecida y todo mi agradecimiento es para El.